El origen de los huevos de pascua

La tradición de los Huevos de Pascua es muuu antigua: egipcios, fenicios romanos y otros muchos pueblos paganos celebraban la llegada de la primavera atiborrándose a huevos. Más tarde los cristianos decidieron adaptar ligeramente la tradición, alejándola tanto como pudieron de su bárbaro comienzo, que lógicamente explicaré al final.
La tradición cristiana
Existen fundamentalmente dos teorías sobre los inicios de la tradición.
Se dice que el huevo representa cómo rodó la piedra del sepulcro el día de la Resurrección de Cristo (los huevos son redondos y blancos igual que la piedra de caliza que cerraba el Santo sepulcro), por esto, uno de los juegos típicos del día consiste en hacer rodar colina abajo, o en el jardín de la Casa Blanca si uno tiene suerte, un huevo sin que se rompa.
Si os parece un poco traída por los pelos, la segunda explicación la encontramos en el Nuevo Testamento.
Durante la peregrinación de María Magdalena tras la muerte de Jesús, llegó ésta ante el emperador Tiberio ante el que María exclamó:
—Cristo ha resucitado.
A lo que entre risas Tiberio respondió:
—Eso es tan probable como que ese huevo se vuelva rojo.
Y para sorpresa de todos, el huevo se tiñó con la sangre de cristo (por eso los huevos se pintan de colores).
Tal vez os preguntáis por qué María Magdalena iba por ahí con un huevo en la mano y cómo había conseguido llegar hasta Tiberio (debía de parecer un poco loca) pero así es como comenzó el arte de pintar huevos.
[blockquote align=»left» text_align=»left» cite=»» style=»»]Los huevos eran alimentos impuros y no se podían consumir. Así que, para que no se estropearan, las ahorradoras amas de casa de la época los cocían y los tintaban para diferenciarlos de los crudos[/blockquote]Pero si los milagros no son lo vuestro, sabed que durante la edad media, las restricciones alimenticias durante la Semana Santa eran algo mas estrictas que hoy día. No sólo el consumo de carne estaba prohibido; tanto los huevos, como la leche y sus derivados, eran alimentos impuros y no se podían consumir. Así que, para que no se estropearan, las ahorradoras amas de casa de la época los cocían y los tintaban para diferenciarlos de los crudos. Cuando al fin llegaba el Domingo de Resurrección se los comían todos de golpe para celebrar que al fin había llegado el día de dejar de pasar aún más hambre. Perdón, quiero decir de celebrar la resurrección de Cristo.
Más tarde se les ocurrió pintarlos para entretenerse y pasar por alto el ruido de tripas, después comenzaron a adornar las cestas de huevos con pequeñas chucherías y mucho más tarde, ya le el siglo XIX, decidieron pasar de los huevos de verdad, ¿para qué, si lo que a la gente le gusta de verdad es el chocolate?
La tradición pagana
Y ahora el verdadero inicio de la tradición.
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
Si bien a ti puede parecerte que la pregunta no tiene una respuesta clara, cualquier bárbaro te hubiera respondido:
—El huevo, idiota, todo el mundo sabe que el universo viene de un huevo ¿A qué viene esa gilipollez?
Egipcios, persas, fenicios, hindúes e incluso romanos tenían el huevo como símbolo de renacimiento y pensaban que el mundo entero venía de un huevo. Hoy día puede parecernos una tontería, pero en un época sin frigoríficos ni Mercadonas, el invierno era muy duro y con la primavera llegaba la vida y con ella los pájaros y sus huevos que suponían un excelente alimento y por eso eran básicos en cualquier fiesta de la primavera.
El Conejo de Pascua
El mito del Conejo de Pascua lo resumiré en tres palabras “Follar como Conejos”, a nadie que haya vivido cerca de conejos le sorprenderá que para muchas culturas el conejo fuera el símbolo de la fertilidad.
Los fenicios, además, asociaban el conejo con la luna y a los huevos con el sol así que el día del equinoccio de primavera, conejos y huevos invadían la tierra dando lugar la tradición del Conejo de Pascua. Poco a poco, sobre todo en Alemania, fueron surgiendo nuevas historias como la de un hada que salvó a un pájaro de morir convirtiéndolo en conejo, o la de un mago que hizo una jugarreta a un rey que dejó escapar a su gallina de los huevos de oro, os dejo un enlace a los cuentos del Conejo de Pascua.
Para terminar, decir que los huevos también se utilizaban como ofrendas a los dioses y como a un dios no se le contenta con cualquier cosa, muchos pueblos se dedicaron a convertirlos en pequeñas obras de arte con las que honrar hasta al más pintao. Hasta que llegó el señor Fabergé y los dejó a todos a la altura del betún.
Ahora si alguna vez alguien te llama moderno por decidir pintar huevos de pascua podrás explicarle que eres tan moderno como él cuando se come su mona de Pascua, y es que su “tradicional” bollo con huevo y tus huevos de colores tienen exactamente el mismo origen.
Y, si quieres ver cómo se cortocircuita del todo, recuérdale que la Fiesta de la Primavera no es un invento de los universitarios modernos. En todos nuestros años de botellón hemos visto muchos vomitando, pero ninguno haciéndolo para seguir bebiendo, como hacían los romanos.
Para terminar os dejamos con nuestros fabulosos huevos de pascua, culpables de algo tan peligroso como despertar mi curiosidad. Esperamos que os gusten.