Nacido en los 80 del cyberpunk, el steampunk se ha ganado él solito su sitio dentro del mundo de la literatura y la ciencia ficción.
Complejos artilugios a vapor, electrodomésticos a los que hay que dar cuerda, dirigibles que vuelan por el éter, instruidos caballeros que se dedican a la alquimia o intrépidas damas que salvan el mundo embutidas en su corsés.
Siguiendo la estética de la Inglaterra Vitoriana e inspirado en la ciencia ficción de H G Wells o Julio Verne, este subgénero que representa un futuro alternativo (o distópico, si queréis sonar entendidos) en el que todo el progreso ha seguido las ideas de la revolución industrial. El vapor como fuerza impulsora de un mundo movido por complejos mecanismos de relojero, el éter como medio de transmisión de la luz y ondas y la alquimia como ciencia capaz de crear los más increíbles brebajes. Todo ello sin olvidar las buenas costumbres británicas de la época.
Quizá esto no te suene mucho pero ¿Qué me dices de Sherlock Holmes o de la Liga de los hombres extraordinarios? Pues eso, aunque no tuvieras ni idea de cómo se llamaba, el steampunk mola y nuestras máscaras y antifaces steampunk aún más.